Vivimos ilusionados de que nuestras experiencias son reales, pero constantemente nos damos cuenta que no es así.
Todos vivimos permanentemente engañados o bien engañando, contando una solo parte, ocultando otra, modificando otras y nunca las mismas partes a las diferentes personas que nos rodean. Y, sin embargo, a eso no acabamos de acostumbrarnos. Y cuando descubrimos que algo no era como lo vivimos, un amor o una amistad, una situación laboral, social o una expectativa común, se nos aparece en la vida ese dilema de que tanto puede ser real y que, en gran medida, es ficción: ya no sabemos cómo fue verdaderamente lo que parecía real, ya no sabemos cómo vivimos lo que vivimos, si fue lo que creíamos mientras estábamos engañados o si debemos de tomar eso como algo imaginario y tratar de reconstruir la vida con la información que tenemos ahora.
