martes, 14 de abril de 2020

La virtud de estar borracho

People say I’ve got a drinkin’ problem, that ain’t no reason to stop
People saying that I’ve hit rock bottom just ‘cause I’m living on the rocks”

Durante la mañana estuve pagando, con todo e intereses, las botellas de vino que, como Charles Bukowski, me tome el sabado que parecia domingo. Tenía ganas de no pensar en nada sensato, de que me importara una mierda el que seguimos encerrados con un futuro incierto y de disfrutar el momento de sentirme sutilmente (no fue tan sutil) tropicalona.
Y no es que haya planeado ser la ebria que todos creen que soy, simplemente se dio y el resultado fue que me sentí feliz a pesar de ser un fin de semana de encierro.
Si la felicidad fue momentánea, la verdad la pase bien, usamos las herramientas tecnológicas que hoy nos salvan de la terrible soledad y que nos ayudan a mantener nuestro gen social, un par de videollamadas, correos picarones y chats políticamente incorrectos fueron parte de la diversión, e incluso, en mi reseca terrible la platica madrugadora fue la cura.
Así que en este encierro de locura, como Bukowski dijo: “Necesito un trago. Casi todos lo necesitan, solo que no lo saben”. 🥃

jueves, 9 de abril de 2020

Alerta pandemica

This is the end, beautiful friend
This is the end, my only friend, the end

Partí de Querétaro a Colón en aquel auto que me hacía sentir como un señor de 60 años, con todo el lujo que lo caracterizaba, con la decoración que solo podríamos encontrar en casa de nuestros abuelos, hasta un particular reloj análogo sobresalía del tablero principal. No llegaba ni a sentirme señora, ni por más cool que mis poses al volante pudieran ser, ni por los lentes oscuros con los cuales mucho menos podría llegar a parecer rockstar. El auto era demasiado; muy grande, muy lujoso, muy anticuado también.
El SEÑOR Güereque, después de dar mil vueltas buscando la dirección, llegó a su destino y a pesar de que ya habían comenzado advertencias sobre el recién llegado Coronavirus de mantener distancia, al llegar con el cliente todos nos saludamos, hubo intercambios afectivos y hasta me quedé a comer con ellos, la despedida fue igual, hubieron muchos apretones de mano.
Más tarde, me dirigí al centro histórico de la ciudad para encontrarme con un amigo y VOLVER A COMER, y pues al vernos, el saludo fue más afectivo aún, hubo abrazo y menos distancia, durante dos horas platicamos hasta el momento de la despedida con otro abrazo.
Cansada de ser el Señor Güereque, llegue al hotel con la intención de no usar el carro, cambiarme y esperar a que llegara mi vegana amiga Olivia. Para hacer tiempo prendí la TV y las noticias aparecieron y la paranoia llegó; NBA suspendida, Tom Hanks y su esposa infectados, Trump cancelando todos los vuelos procedentes de Europa y miles de casos confirmados en USA. Aun así, recibí a Olí con un gran abrazo y nos fuimos a beber (cuando se podía aun), y hablamos sobre el virus y la vida. También hubo despedida con abrazo.
Y por si no tenía suficiente, en el aeropuerto, donde ya se sentía la histeria colectiva, donde ya todo mundo usaba tapabocas pero aun así estaba bien pinche lleno, entre el gentío y tocándonos todos los unos a los otros, me topé a Wilber (ese hombre que tiene un trabajo como el mío, que me huye porque lo hago tomar Jager y que también extraña su vida normal por ciudades y aeropuertos) y pues él afecto se dejó ver con un abrazo también.
Después de aquellos días, incluso la semana siguiente, seguía creyendo que estaría en Toluca haciendo mis vistas técnicas regulares y que de ahí estaría disfrutando la CDMX y que escucharía a Tame Impala en vivo, con todo y la incertidumbre de haber y haberme contagiado con tanto contacto humano.... tan ilusa, llegue a casa y de ahí ya no pude salir.

sábado, 4 de abril de 2020

Casi olvidado

He tratado de reconstruir esos últimos momentos de mi vida antes de la pandemia, pero poco a poco las caras y los lugares se han borrado, me aferro a ellos porque extraño cada cosa que era parte de mis rutinas, sin tener bien en claro si esto me está afectando o me ayuda a sobrellevar el obligatorio encierro.

¿Cuando fue el último día que pensé que todo estaba tan lejos de la hoy realidad? Porque de pronto llegue a casa y de ahí no salí, porque de pronto solo me quedan los recuerdos borrosos de mis actividades cotidianas y los lamentos de planes que han sido destruídos o postergados.

Y al principio pensaba en lo de ayer, lo de la semana pasada y todo era tan claro, los rostros, esos ojos, esos gestos, las risas y los ademanes, luego pienso en las calles recorridas, las carreteras y el miedo de manejar cada automóvil rentado que tome, los sitio nuevos y a los que volvía otra vez, las sabanas, las almohadas, la forma en que caía el agua en cada tipo de regadera y mi análisis exhaustivo de los baños para calificar si era buena idea volver a ese hotel. Las visitas y terminar como vil minero pidiendo baño urgentemente y, por su puesto, ese apretón de mano con cada uno de ellos que, quiero suponer, forman parte de mi trabajo.

Hoy, la rutina ha cambiado y pensar en lo pasado me mantenía contenta, podía cerrar los ojos y casi tocar la vida antes de la pandemia, pero después de un tiempo todo se empieza a disolver y aunque me aferro hay cosas que ya no las veo, tengo el sentimiento y puedo sentirlo pero cada vez es más difícil visualizarlo, ¿será el siguiente paso dejar de extrañar?

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