viernes, 18 de septiembre de 2020

¡TENEMOS UN 3312!

I'm too hot... hot damn! call the police and the fireman.

La otra vez fui a Smart, con mi tapabocas y desinfectada. A diferencia de otros súperes, en este, había un termómetro pegado en una de las puertas. Toda pretenciosa, queria mostrar mi "indiscutible" educación sobre el tema de que los rayos infrarrojos del termómetro NO te leen la mente, asi que con seguridad acerque mi frente para la toma de lectura. Una alarma se activó ya que el dispositivo marcaba 37.7 de temperatura. Detuve el tráfico de gente, la alarma duro como 3 minutos, que para mí fue como una hora, y se puso en evidencia que estaba bien infectada del coronabicho. Le explique al guardia que quizá era porque mi carro estaba muy caliente, aun asi, acepte el no poder entrar al establecimiento. Pero luego me dice -intentélo otra vez, es que se toma del brazo- y pues ya, al tomar de nuevo la lectura en otra área de mi cuerpo, mi temperatura fue de 34 grados y asi pude ingresar. Ahora tenía hipotermia, nada importante comparado con el COVID... y bueno, con la evidente falta de calibración del termómetro. 


martes, 1 de septiembre de 2020

¿Ves este anillo? Soy la Señora de Olivas

Ya para qué me hacía tonta. Me costó mucho divertirme los últimos minutos de la fiesta pues solo podía pensar en lo inevitable: la noche de bodas. No había opción, tenía que hacerlo.

 

El evento fue un derroche de envidias e hipocresías. Lo sé porque todas las solteras del pueblo soñaban con ser la señora de Olivas, así que me felicitaban y sonreían apretando los labios del coraje. En aquellas horas yo era la persona más feliz del mundo. Tenía la atención de todos y en la boda era la estrella principal. El marido no existía. Yo la verdad ya ni me acordaba de él. Además, durante toda la noche no tuve a mi mama jodiendome todo el tiempo, tratando, como siempre, de acomodarme el cabello, bajarme la falda, criticar mi escote, juzgarme de puta. Porque a partir de ese momento yo ya era una señora: LA SEÑORA. Incluso, mi hermana dejo de tratarme como idiota y me dijo “Hasta que hiciste algo inteligente Nenita y amarraste al gran Roberto Olivas”

 

Yo nunca vi lo grandioso del señor Olivas. A mí me daba igual, pero todo mundo parecía admirar como se aferraba para conseguir lo que quería - como su fortuna, por ejemplo-. Y bueno, se aferró a mí. Si no fuera por mis amigas que me insistían día tras día y me decían: “Cásate con él, Nenita. Te conviene. Dicen que hasta se va a lanzar para la candidatura de la alcaldía. ¿Te imaginas?, Tu de primera Dama” ni lo hubiera considerado. No lo voy a negar, lo de ser la primera dama me movió, pero sobre todo era una oportunidad para sobresalir y demostrar a mis padres que se equivocaron de hijo favorito.

 

Toda mi felicidad y la alegría de haber disfrutado de una gran fiesta desapareció cuando llego el momento de cumplir como esposa. Porque, la verdad es que a uno le inculcan la sumisión y el servilismo. No me podía quejar. Y el señor Olivas con impaciencia y sin darme un momento para asimilar mi futura vida, se dispuso a quitarme la ropa y a penetrarme tan pronto como pudo. ¿Era esto normal, sentir asco por tu esposo? ¿Estar pidiéndole a todos los dioses que terminara la noche de bodas?. Afortunadamente su ímpetu duro poco. Alegó que con tan grandes pechos, y lo que describía como caderas fértiles justificaba totalmente su pobre desempeño. Pero, fui cooperativa. A pesar de mi agotamiento por la boda, cumplí, me dijo.

 

El futuro como la señora de Olivas, se volvió tal que, cada vez que había que cumplir, la repulsión se apoderaba de mí. La primera dama que ambicionaba ser, era una esposa sexualmente insatisfecha. Me resigne. Siempre pensaba en aquel día de la boda, en el vestido de novia más caro hecho de telas importadas, el banquete de cuatro tiempos solo para los paladares más sofisticados, pero sobre todo en la paz y tranquilidad de un día no tener a mi madre corrigiéndome todo el tiempo y diciéndome ‘’Ya tienes 23 años Nenita, sino vas a estudiar como tu hermana, deberías empezar a buscar marido’’. Les demostré conseguir al mejor candidato, la mejor boda de todos los tiempos, y ademas, robarme su apellido. Pudiera convertirme en una frígida, a mi no me importaba. Yo ya no era muda, ya no era invisible.

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