"Food is sex" 🔥
Era una invitación a un festin en la azotea de un edificio viejo de la ciudad. Prometía “una noche para dejarse llevar” y pedía un código de vestimenta sugerente. Por pura curiosidad, había que entrar y pedir una mesa.
La iluminación roja (asi como de congal) alumbraba un espacio lleno de sillones, y a unas veinte personas con cara de “yo ya sé a lo que vine”. La música, las animadoras y el ambiente reforzaban esa sensación: la carne fresca era exhibida ante los comensales que no disimulaban hambre y deseo.
En otra habitación con luces de neón, las pasiones se desbordaban. No había nada que cocinar a fuego lento: allí todo se servía y se devoraba crudo y sin marinar. En el buffet de gritos y gemidos, todo lo que podía ser un manjar delicioso se fue quedando sin sabor. Cruzar el umbral de ese espacio que parecía arder en llamas hizo que, en cambio, se sintiera el frío de la ciudad colarse por la ventana y dejar el plato frio también. Curioso, ¿no? No debería causar el efecto contrario?
El dejarse llevar solo sirvió de acelerador etílico para forzar la sobremesa hasta perderse en un blackout. O sea, como en una fiesta normal... que terminó con la importante lección: lo que se sirve sin tiempo pierde su sabor, ¿no sería mejor prender el carbón, sazonar y que las emociones se cuezan en ese fuego lento?
Estamos hablando de una carnita asada ¿verdad? Pq #norteños