martes, 15 de abril de 2025

Un domingo cualquiera

Son las 4 de la mañana y todo el mundo bailando 🎶... Al menos en mi cabeza, porque nomás la resaca no me deja dormir. El cerebro palpita, el techo se mueve y en mi estómago hay todo un carnaval. A mis 40 años, todavía me pregunto por qué sigo torturándome pasando por situaciones poco saludables, pero recuerdo la noche de anoche y no estuvo tan mal. Si no fuera por el hecho de que ya es lunes y tengo que trabajar en unas horas.

Un domingo cualquiera sería uno donde no me asomo ni al patio, donde la ducha es opcional y dormir varias veces al día suena como el plan más genial del mundo.

Pero este domingo estaba en Regiolandia, aburrida, debatiendome en si aplicar ese plan genial de dormir o salir. La verdad es que no quería seguir durmiendo porque ya hasta el cuerpo me dolía, pero la idea de salir sola a donde no conozco a nadie tampoco me emocionaba. Al final, sí me aventuré: me largué al famoso barrio antiguo, dizque a tomar un café y leer, y a los 5 minutos ya me quería ir, y no por que estuviera sola, sino por el pinshi calor del diablo que se notaba a través de mi ropa, y ahi estaba yo con mis camisa de axilas mojadas de tanto calor... Me tomé rápido el café (frío) y fui en busca de algo más refrescante (alcohol). Encontré un lugar donde era yo la única comensal, y asi empezó mi camino hacia la ebriedad. Con unas cervezas y mezcales, me empecé a sentir valiente, y recordé al amigo de un amigo que, por casualidades del destino, contestó mi mensaje, hasta que por fin pude sacar un plan con compañía.

Llegué a un lugar con aspecto de restaurante de mariscos buchón, y ahí estaba el sujeto (a quien, por cierto, temía no reconocer). Me saludó y había con él 5 personas, llegué a ser la sexta. Entre los presentes estaba mi nuevo amigo "todo el mundo me conoce porque soy bartender", la morenaza de fuego amante de los horóscopos, el odontólogo guapo, el bandido de sombrero y el "cumpleañero", y yo "la ¿y tú, ¿de quién eres?". Hicimos buen match, hubieron muchas cartas, y aunque el restaurante tenía pinta buchona, todo era muy norteño, que hasta banda en vivo había. Al final, descubrí que en realidad todos éramos desconocidos; la única persona en común era mi amigo que todo el mundo lo conoce porque es bartender. Y ahí estábamos, 6 extraños un domingo por la noche, echando cheve, disfrutando del ambiente norteño, haciendo chistes y bromas; y digo bromas porque, en realidad, el cumpleañero ni estaba de cumpleaños, pero tal era el desmadre que lo festejamos, le cantamos las mañanitas y hasta pastel le llevaron, y a la banda, les pidió sus rolas favoritas.

Creo que valió la pena haber convertido un domingo cualquiera en una convivencia, aunque ahorita esté un poco dañada mi salud y que si esto hubiera sido en sabado, ni tan divertido hubiera estado.

Los nombres de los personajes nunca los voy a olvidar porque, al chile (como dirían los regios), nunca me los aprendí y por eso los omiti.

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