lunes, 1 de septiembre de 2025

La mujer incompleta

"Yo perreo sola"

Mi tía la Cuca fue mi primer ejemplo de lo que significa ser una mujer independiente. Desde niña observaba todos sus movimientos con admiración: cómo manejaba su trocona perrona y viajaba de aquí para allá con toda seguridad, cómo hablaba sin titubeos. Era súper culta y no se le conocía novio alguno (o novia), pero le cantaba al amor con harta pasión.

Y, sin embargo, flotaba sobre ella un aire de lástima. Alguna vez escuché murmullos descalificadores a su alrededor: “pobre, no tiene hijos”, “pobre, está sola”. Como si ella, con todo su intelecto y singularidad, no fuese suficiente.

A mí, la tía Cuca me parecía lo máximo, la mujer más cool del planeta. No entendía por qué los demás hablaban de ella en esos términos. ¿Por qué querían despojarla de su plenitud solo porque no había seguido el guion preestablecido? Su vida, para mí, era una celebración de la autonomía. No entendía por qué la gente la veía como inadecuada.

Y es que se nos enseña desde muy pequeñas que no estamos completas y que necesitamos de un otro. Que somos el complemento de una ecuación ajena donde primero somos la hija de, luego la novia o esposa de, y después la madre de.

Pero ella me enseñó siempre a buscar algo más que un hombre con el que mi nombre sonara bien junto a su apellido —diría la Karol G, como si fuera una victoria—. Me enseñó que todo debe ser cuestionado y que, siendo tan independiente como ella lo fue, con dinero, con trabajo, yo iba a tener opciones. Y que una mujer con opciones tiene poder.

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