martes, 25 de agosto de 2020

Perdido y encontrado

Culpo al sobrecargo de quitarme la bolsa y meterla a los compartimientos donde yo sabía que la iba olvidar. Y esa es la razón por la que corro por la terminal buscando la oficina de reclamaciones de equipaje. No es la primera vez que se presenta esta situación; audífonos olvidados en hoteles, suéteres adornando sillas de restaurantes, generosas propinas con todo y cartera para taxistas, y un sinfín de artículos que ahora tienen otro dueño. En estos momentos, mi bolsa está a punto despegar y tengo que parar ese avión para recuperarla antes de tomar el siguiente vuelo.

Al fin he llegado a la oficina. Trato de recuperar el aliento. Cansada y con dificultad para hablar exijo que me atiendan. Describo detalladamente mi objeto perdido. Busco mi celular en mi bolsa, y me doy cuenta. La bolsa siempre ha estado conmigo. El señor de la oficina la observa y suelta su más fuerte carcajada. Se siente casi cruel, pero lo he comprendido: no solo pierdo cosas, también a veces pierdo la dignidad.

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